jueves, 12 de febrero de 2009

La memoria Colectiva





Entre los fenómenos paranormales estudiados por las ciencias ocultas, se encuentra el llamado “recuerdo colectivo” o “memoria cósmica colectiva”

Se han conocido casos de recuerdos, presentados en forma de pesadilla durante varios años. Durante el sueño, la persona vive en su mundo extraño, como si estuviera dentro de una comunidad subterránea.

Esto se debe a la constante caída de meteoritos, lo que ha provocado prácticamente, la desaparición de la civilización de la superficie del planeta.

La parte consciente de la persona supone que este planeta puede ser el satélite de otro astro mucho mayor. También, supone que su centro esta inactivo, permitiendo así la vida en su interior.

Todos los años, se acerca un punto en el espacio en el que los meteoritos son atraídos por la gravedad del planeta, haciendo que la superficie se agujeree y que su población sea presa de la desaparición.

Esa humanidad era notoriamente disciplinada, ocupada permanentemente en reparar los daños provocados por los impactos.

Sobre la superficie, había numerosas entadas hacia el mundo subterráneo que estaba conectado por medio de pasadizos. También existían varios niveles hacia abajo. Allí se desarrollaban verdaderas ciudades subterráneas, iluminadas por focos amarillos, verdes y rojos.

El cielo del planeta era verde turquesa y el azul no existía.
Las flores eran de un material muy parecido al plástico, en una especie de imitación de la vida real.


Aquella civilización estaba tecnológicamente muy desarrollada y muy concentrada en su trabajo. Sin arte de ningún tipo, sin música, el protagonista del sueño construye un instrumento de cuerdas muy primitivo, ante la incomprensión de los demás.

De todos modos, la tolerancia era una de sus principales características.

La tarea del soñador era la de cuidar a un niño pequeño, tal vez su hermano, al que debía correr a cada momento. El pequeño travieso, solía escaparse con tal de viajar en los transportes subterráneos, entre los que se contaban algunos de tipos colectivo, pero también existían los individuales y los que podía transportar a dos personas.

El soñador solo deseaba salir a la superficie con tal de conocer la luz natural. En algunas épocas del año, se permitía salir a la superficie, cuando su orbita se hallaba en el extremo opuesto de la zona de peligro.

Entonces aparecía un enorme semicírculo en el cielo, trazando una línea triple, que todos los habitantes llamaban “la fiesta del círculo”.

La posible explicación de este fenómeno era que se trataba de los mismos meteoros que siempre les amenazaban, pero que, al estar tan lejos, se manifestaban de ese modo.

A pesar de que nunca se veía, se sabía que el sol central del sistema era el que iluminaba toda la atmósfera.

Sobre la superficie también existían estaciones, techadas con un material muy grueso y transparente, del estilo de bloques de vidrio grueso y de gran resistencia. Estas estaciones también permitían a las personas descender al interior del planeta.
Dentro de ellas, se hallaba un instrumental asombroso.
Poseían ciertas especies de torrecillas, en cuyo extremo contenían una vara de metal puntiaguda, con el fin de señalar y advertir ante cualquier caída de meteoros.

Durante la época de tranquilidad, la mayor parte del tiempo de esta civilización estaba ocupado por las tareas de recomposición de estas estaciones, que luego de cada ataque de meteoritos, quedaban altamente dañadas.

La alimentación de estas personas consistía en un cono rosado, sostenido por una varilla, que brindaba un gran placer al consumirlo.
Tenía un gusto agradable, similar a un mantecado de frambuesa, aunque de mayor consistencia. No solo calmaba el hambre, si no también la sed.

Los pobladores tenían absolutamente prohibido consumirlo hasta la raíz, ya que luego de cierto tiempo, volvía a regenerarse, En caso de no respetar esta regla, pasaban varias horas hasta poder recibir otro, a manera de reprimenda.


El soñador recordaba que su vida en este mundo tan particular no era demasiado larga, Durante una lluvia de meteoritos, logro escaparse hacia el mundo exterior, observando el patético espectáculo.
Las ruinas de las casas que aun resistían, una estación similar a las ferroviarias, esqueletos y huellas humeantes.

Se había escapado de noche, y se mantuvo escondido detrás de las ruinas de ciertas construcciones. El cielo, estrellado, era conocido, a pesar de que era completamente distinto al que se observaba desde la tierra.
Al poco tiempo comenzaron a sonar las explosiones y los rayos producidos por la combustión de los meteoritos.
Cuando el horizonte comenzaba a aclararse, vio que se acercaba un punto de fuego hacia el, cada vez más rápido y más grande.
En ese momento, pensó, aliviado, que por fin seria liberado.
Luego de sentir que era rodeado por aquel punto de fuego, no sintió ningún dolor.

Este sueño se produjo en la mente de un niño de cinco años, cerca de 1930, sin que hubiera tenido posibilidad alguna de conocer ni las flores de plástico ni los subterráneos.

Al conocerlos, años después, se sintió profundamente sobrecogido. Le pareció que había llegado nuevamente al planeta de los meteoritos. Todo era igual que en su vívido sueño. Las luces, el ambiente, los túneles, los trenes. Las grandes estaciones centrales eran copias casi exactas de las estaciones de refugio.

En ese preciso instante, noto que las personas que había construido aquellas redes de trenes subterráneos y esas estaciones, habían vivido como el, en aquel misterioso planeta.

Estas construcciones están muy difundidas, tanto en Europa como en América, y muchos de ellas son muy similares en cuanto a estructura y a diseño.
Al poco tiempo, pensó que eso no podía ser cierto.

Era imposible que tanto el como la gran cantidad de personas que habían trabajado en estas maravillas arquitectónicas hubieran vivido en aquel planeta tan castigado y que pudieran haberse unido para ese objetivo en común.

Cuando comentaba estas suposiciones y sus sueños repetitivos, se sorprendió al notar que muchas personas reconocían sus palabras y vivencias oníricas como propias, con una inusual cantidad de coincidencias.

Incluso, uno de sus interlocutores relatando su propia experiencia, le hizo recordar mayores detalles sobre los edificios.
Otra persona le hizo revivir el gran lago subterráneo, en el que se podía nadar de manera muy placentera, constituyendo para muchos, el único entretenimiento.

También, por otros testimonios, pudo recordar que la iluminación roja, verde y amarilla provenían de una serie de focos incrustados en las paredes rocosas.
Y otros coincidían, quejándose de la inexistencia del azul y de la falta absoluta de animales, extinguidos a causa de los numerosos ataques de meteoritos.

Las únicas diferencias que observaban estas personas eran que en aquella vida subterránea, en aquel planeta, no existían las aglomeraciones, cada persona tenia su lugar y no existían castigos ni agresiones.
Ante cualquier error cometido, el “culpable” recibía como único castigo, una suave reprimenda, junto con una serie de instrucciones lo suficientemente claras para ser comprendidas y acatadas, para no volver a cometer los mismos errores.

Allí, nadie recordaba la existencia de odio y el carácter de las personas era suave, disciplinado, pero, también, indiferente. La lucha por la supervivencia había anulado toda motivación emotiva y cualquier interés de tipo creativo.
La coincidencia de los recuerdos, de manera tan vívida y entre personas que nunca antes se habían conocido, solo encuentra explicación en la memoria cósmica colectiva.